jueves, 19 de noviembre de 2020

Dìa 85

 Lengua


  • Escuchar la lectura realizada por la docente del cuento: “Bisa Vuela” de Mariea Elena Walsh 

 

Había una vez una ancianita con más años que hojas tiene un ombú. Alta , flaca , memoriosa y sabia. 

    Y había una vez un pueblo grande como dos sábanas cosidas al medio por las vías del ferrocarril. 

    Y había en el pueblo varias familias con muchos chicos. 

    Y había trenes que pasaban de largo, llenos de vacas y sin pasajeros.

     La ancianita vivía sola en lo alto de un mangrullo. Guardaba cachivaches en un baúl de su antepasado el Conquistador. Y su grillo Pachimú se guardaba él solo dentro de una caja de fósforos.

     Un buen día, los niños, reunidos en asamblea en el galpón del ferrocarril bajo las alas de un viejo avión herrumbrado, decidieron adoptar a la anciana como bisabuela de todos y llamarla Bisa. 

Y desde entonces vivieron felices, jugando con Bisa a la rayuela y al ajedrez.

     Salían todos a pasear, algunos en bicicleta, otros en caballo de palo y algunos en un cajón tirado por un carnero.

     Pescaban renacuajos para investigarlos y cultivaban enormes calabazas anaranjadas.

Bisa, en sus tiempos, había sido aviadora. Y el viejo avión era su famoso “Águila de Oro”.

La campeona de vuelo estaba jubilada –decía- desde que sus ojos se debilitaron y un mal día al aterrizar había atropellado a una pobre perdiz viuda.

     Entre todos se pusieron a limpiar y aceitar el aeroplano, con la esperanza de volar algún día y llegar, por lo menos, hasta la orilla del mar.

    ¡Y ese día estaba cerca!

    Porque ya las hélices rugían como dos leones tartamudos, comandados por la famosa aviadora.

     Bisa abrió un baúl, sacó su viejo uniforme arrugado y se lo probó frente al espejo.

-No es tan distinto del uniforme de los astronautas, ¿verdad, Pachimú?

Pero el grillo, por ser tan pequeño, no sabía nada de astronautas.

     Bisa se encasquetó la gorra y se puso unas antiparras que nunca había usado: era un trofeo regalo de su madrina después de su último vuelo ¡tantos miles de días atrás!

-Estos anteojos se han vuelto locos -dijo Bisa. Y miró a Pachimú, y en su lugar vio un gato con cola de pavo real.

-Estás muy raro. ¿Qué te pasa, Pachimú?

     Pero Pachimú, por ser tan pequeño, no sabía nada de rarezas.

     Bajó de su casa y con el grillo en su caja dentro de uno de sus 54 bolsillos llenos de herramientas, corrió a contarles a sus bisnietos la novedad.

     Los niños, por riguroso turno, se probaron las gafas y no vieron nada, sólo las encontraron asquerosamente sucias y empañadas.

-Estoy segura de que con estos anteojos maravillosos pondré en marcha el motor -dijo Bisa.

     Los chicos abrieron los portones, Bisa trepó a la diminuta cabina, movió manivelas y palancas y… brrrrummmm… cruzó las vías y remontó vuelo.

     Los bisnietos la siguieron un poco a la carrera, después se taparon los ojos temiendo lo peor.

     Seguramente ustedes también tiemblan de espanto pensando que se va a estrellar contra el más alto de los eucaliptos.

     Pero no, Bisa vuela, feliz. Mira hacia abajo y ya no ve a sus bisnietos ni el ocre de los monótonos campos.

    Ve toda la ciudad de Nueva York, ve una carroza tirada por mariposas gigantes, ve las pirámides mexicanas, ve un cohete espacial que pasa cerca, y allá lejos ve algunas torres de la ciudad de Bagdad.

    Como le quedaba escaso combustible, al divisar una calle ancha y poco transitada, decidió aterrizar. ¿Dónde estaría? ¡Buena pregunta para Pachimú!

    Bisa se levantó las gafas y vio que los niños de un pueblo extraño se acercaban a recibirla, con sonrisas, besos, abrazos y un ramillete de margaritas.

    Pero ¡ay!, hablaban en otra lengua, sólo entendieron el idioma de los cariños. Entonces Pachimú se puso a cantar, y a él sí lo entendieron, porque los grillos cantan en un idioma universal.

     Salió de su caja y del bolsillo y desde el ala del avión trabajó de traductor.

     Los chicos de ese pueblo también decidieron adoptar a Bisa como bisabuela de todos. Y le ofrecieron domicilio en una casita construida en las ramas de un árbol.

     Desde entonces Bisa vuela de pueblo en pueblo y de bisnietos en bisnietos.

     Ya aprendió otro idioma y, en cada viaje, que dura media hora o tres meses –nadie lo sabe-, sigue mirando encantada por los cristales de sus antiparras, las maravillas del mundo que siempre quiso conocer.


María Elena Walsh



  • Les proponemos jugar con  alguna familiar, a la ruleta virtual, para interpretar el cuento respondiendo oralmente a cada interrogante o consigna.  

https://wordwall.net/es/resource/6799919


En el caso de no poder acceder te dejo los interrogantes y consignas: ¿Dónde transcurre esta historia? ¿Cuál es el conflicto ? ¿Cómo se resuelve el problema? Nombra a los personajes de la historia.  Imagina otro final.  Describe al personaje principal 


  • Luego buscar en el diccionario el significado de las palabras desconocidas.   

 y escribirlas en la carpeta,


En sus carpetas

¡A volar con Bisa!


-Trabajamos con el cuento “Bisa Vuela” de María Elena Walsh. 


-Jugamos con la ruleta mágica. 


-Extraer  del cuento, cinco sustantivos, cinco adjetivos y cinco verbos.



Sustantivos 

Adjetivos 

Verbos



















Imaginar y dibujar la parte que más les gustó del cuento. Luego relatarla. 


En la carpeta de producción:

Somos escritores...   



Les proponemos escribir su propia versión de la historia. Para ello pueden tener como guía los siguientes interrogantes:

¿Dónde transcurre la historia?

¿Quién o quiénes es/son el/los personajes principales?

¿Cómo es/son?

¿Cómo se sentían?

¿Cuál es el conflicto de la historia?

¿Cómo se resuelve?

¿Qué sucede finalmente?


Recuerda utilizar los conectores temporales (Ejemplo:Había una vez, luego, entonces y finalmente). 













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