jueves, 30 de abril de 2020

Día 15

Lengua 
Escuchar la lectura del cuento “Todo cabe en un jarrito“ de Laura Devetach, realizada por la
 docente.
“Todo cabe en un jarrito”



“La Viejita de un solo diente vivía lejos, lejos, a orillas del río Paraná.
Su rancho era de barro, y el techo de paja tenía un flequillo largo que apenas si dejaba ver la puerta y las dos ventanas del tamaño de un cuaderno.
Vivía sola, pero su casa siempre estaba llena. Si no venían los perros, estaban las gallinas, estaba el loro y la cotorra, que era más entendida que el comisario.
Si no estaba la cotorra, estaba algún vecino viajero. Y no se podía pasar por la casa de la Viejita sin parar a tomar unos mates, porque ella siempre tenía algo para convidar al cansado. 
Algunas veces sucedió que en las tardecitas calientes se juntaban todos: perros, gatos, loros, chicharras, vecinos de pie o a caballo, vaquitas de San Antonio que se dormían en la 
higuera y malones de mosquitos que cantaban y querían comer.
Entonces la Viejita sacaba agua fresca del pozo para convidar y cebaba mate mientras canturreaba junto al brasero: -Todo cabeee en un jarrito si se sabeee a-co-mo-dar.
Por eso tenía tantas visitas.



Pero una tarde empezó a llover. Y dale lluvia, dale lluvia; no se podía ni mirar para arriba porque uno se ahogaba de tanta agua.Hasta los patos se inquietaron y, medio mareados,
se metieron en el rancho sacudiendo las colas y haciendo cuac y que-te-cuac.
Y se acurrucaron entre los perros que hacía rato habían tomado ya posición de lluvia debajo de la mesa.
Cuando llegaban esas tormentas, el río se ponía enorme y rebalsaba como un plato de sopa, desparramando camalotes, ramas y perros y vacas nadando.
Por eso nadie se sorprendió cuando entraron al rancho la vaca color café, el ternero manchado y un burro.
-Todo cabe en un jarrito si se sabe acomodar -dijo la Viejita y los empujó hacia un rincón.
Y así fueron llegando el pavo, el chancho, la chancha y los chanchitos, un tatú mulita, dos ovejas y todos los socios más chicos: pulgas, piojos y garrapatas.
-Todo cabe, todo cabe… -iba diciendo la Viejita mientras los acomodaba para que la vaca no pisara al gato ni el gato al cuis, ni el cuis a la iguana.
Además, iba poniendo al cuis lejos del gato para que a éste no se le ocurriera cazarlo.
Y a las gallinas lejos de las orugas.
-Todo cabe, todo cabe… -canturreaba acomodando a los animales como en las estanterías de un negocio.




Estaba muy ocupada con el acomodo mientras el agua subía y nadie se quedaba quieto. 
Los patos y las gallinas se treparon sobre la vaca y en el burro. Los perros estaban sobre la mesa y el jarro de lata de tomar el mate cocido  había empezado a flotar como una canoa.
El río subía y subía y los animales estiraban los cogotes y se ponían en puntas de pie. Chapoteaban, pataleaban y hacían ruido.
Entonces, en medio del alboroto, la gallina se acercó al jarrito de lata que pasaba flotando y pácate, se metió adentro, haciendo saltar también a los pollitos.
– ¡Vamos, vamos, suban! –cacareó, para poder salir de allí y navegar hasta donde estaban las lanchas que venían a sacar gente del río durante la creciente.
– ¡Adentro! –gritó con su voz gruesa la vaquita de San Antonio.
Y todos empezaron a meterse en el jarrito. Los perros, el gato, el loro y la cotorra, la vaca, el burro. Y se acomodaban, se acomodaban.  Por ahí había mordiscones, plumas perdidas, arañazos.

Pero finalmente todos se metieron en el jarrito de lata, casi sin respirar. Y tenían que quedarse muy muy quietos para no desacomodar el amasijo de pelos, patas y colas, porque si uno movía 
una pestaña, saltaban todos los demás.
En medio del batifondo de relinchos, gruñidos y mugidos, el jarro iba acercándose a la puerta para salir y meterse en la correntada. De pronto, la cotorra gritó abriendo apenas el pico por la falta 
de lugar: – ¿Dónde está la Viejita? ¡No veo a la Viejita!
Y era terrible, porque en el jarro ya no entraba ni el pelo de un gato. Y nadie sabía dónde estaba la Viejita.
-La perdimos –lloraban en susurros apretados.
-Con lloror no gonomos nodo –dijo la vaca moviendo apenas el hocico.
Y todos empezaron a moverse de a poquito, de a poquito hasta que chas, como un corchazo, saltó una ristra de patos que se zambulleron para buscar a la Viejita de un solo diente. 
Y entonces se oyó un sonido que salía del fondo, pero bien del fondo del fondo.
Era una voz medio amordazada que decía:
-Todo cabe en un jarrito si se sabe acomodar.



Y ese fondo era el fondo del jarro de lata.
Todos se alegraron con alegrías grandes, pero con risas apretaditas. Los patos se metieron de nuevo y cada cual se enroscó, se aplastó, hizo lugar y el jarro de lata salió por 
la puerta del rancho. Y navegó, navegó con su carga, en busca de las lanchas que sacan a la gente del río cuando llega la creciente.”

     1-  Respondé oralmente a algún familiar las siguientes preguntas:
¿Cómo era la casa da la viejita? ¿Por quiénes estaba siempre acompañada? ¿Cuándo
se reunían todos juntos? ¿Qué hacia ella en esos momentos? ¿Qué sucedió una tarde?
 ¿Cómo lo resolvió la viejita? Luego ¿Qué sucesiones? ¿Qué pasó finalmente?
En sus cuadernos o en la carpeta de producción.
Lengua.
Trabajamos con el cuento “Todo cabe en un
 jarrito “ de Laura Devetach
        1- Escribí un relato breve de lo que sucede en el cuento, utilizando los conectores temporales. (Había una vez, luego, entonces, finalmente).
        2- Realizá un dibujo de la parte que más te  gustó.

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